POPMIL10

La revista norteamericana Rolling Stone, vocera de la contracultura hippie hoy convertida en olorosa cartelera publicitaria de perfumes, tiene todavía algo de sustancia bajo el barniz que intenta remozar músicas refritas y momias del rock. En su último número del año presentó los cincuenta mejores CDs de la década donde conviven metaleros, hip-hop, cantantes con problemas de adicción a las drogas, neo-sicodélicos, folk y neo-punk. Hace mucho tiempo le perdí el hilo a la cartelera del Pop por el hastío que produce la repetición infinita de estructuras musicales casi idénticas (fenómeno que no exime a otros géneros, del joropo al barroco, de la salsa a la música contemporánea), pero los críticos musicales de la revista logran defender un género complejo que sobrevive pese al derrumbe comercial del CD y al desgaste de un lenguaje musical carcomido por la banalidad y el culto a la pinturita de uñas. Detrás de las portadas existe un sonido que refleja el talento de centenares de productores y artistas cuya creatividad alimenta un río cultural impresionante, un tejido de protestas, un gigantesco laboratorio de ideas musicales y también de estafas muy profesionales. En el puesto 22 el grupo Green Day con «American Idiot» vomita una música punk que horroriza (a drede) pero la postura poética tiene fuerza; me produce curiosidad la psicodelia de MGMT en el puesto 18, pero nunca caeré en la trampa insípida de U2; la vacuidad pretenciosa de Bono, misionero de la caridad corporativa con anteojitos de moda es un emblema prodigioso de superficialidad. Los dos CDs de Dylan entran en la lista, en particular «Modern Times» que recuerda sus inicios influenciados por el gran Woody Guthrie. En el resumen aflora la veta del rap, producto muchísimo más fino que el reguetón que nos azota con su analfabetismo sexista; «el rapero 50 Cent vendió un millón de copias por cada tiro que recibió», o sea 9 nos dicen. Ciertamente los raperos gringos tienen la ventaja de escribir sus temas para un público muy exigente en una dura competencia, situación que los obliga a afilar la pluma en un torbellino delincuente que los va diezmando; título del álbum: «Get Rich or Die Tryin’» («vuélvete rico o muere en el intento») ¿Antisistema? Quizás, pero en el papel de antihéroe, mas no de anti-heroína, lamentablemente para su salud, encontramos en el puesto 20 a la interesante Amy Winehouse, cantautora británica rebelde cuya voz carrasposa nace del Soul pero cuyo cuerpo sucumbe al crack y las agujas. Pese a lo escandaloso de darle notoriedad a la drogadicción de ciertos ídolos vemos que sin pudor y sin hipocresía muchas canciones y artículos tratan de estos asuntos en términos inmediatamente accesibles, sin rodeos ni patanerías terapéuticas caritativas. El primer paso en la lucha contra el fenómeno de la adicción está en dejar que hablen del problema los propios interesados. Aquí criticamos las posturas anglosajonas tan impúdicas pero somos incapaces de articular públicamente, mediáticamente, la dolorosa planimetría del crack que nos infecta hasta la médula; a falta de palabras, habla el plomo. Finalmente lo que asombra en este recuento es la vitalidad de una cultura popular moderna que no para de generar discursos musicales y propuestas poéticas sin academicismos y aparentemente sin prejuicios de ningún tipo. Una fija: lo mejor de la década no entró a la lista de Rolling Stone ¿O les gusta Maya Arulpragasam?

(Enero 2010)

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